Izagirre y Potosí, las historias necesarias

Gobiernos y agentes de la bolsa especulan con las materias primas; en ese juego arruinan a países subdesarrollados; esos países aceptan las ayudas internacionales y sus condiciones para salvarse; por ejemplo, renuncian a intervenir en las relaciones entre las empresas y los trabajadores, renuncian a cualquier vigilancia, y así, al final de la cadena una niña de 12 años entra a trabajar en la mina”. Este es un párrafo que resume el contenido fundamental de Potosí, el último trabajo de Ander Izagirre, publicado por Libros del K.O., pero merece la pena ampliar el párrafo con datos concretos. Potosí habla de Bolivia, del Cerro Rico de Potosí. En el año 1900, un buscafortunas llamado Simón Patiño excavó en la zona y de un dinamitazo cambió la historia del país. La montaña contenía una fabulosa veta de estaño. Bolivia era rica, y eso la volvió miserable. Vendieron hasta el mar, a Chile, a cambio de que les dejaran construir una vía del tren para sacar el mineral por esa costa.

Lo que sigue es una historia de codicia: explotación, esquilmo, gobiernos corruptos, privatizaciones, nacionalizaciones desastrosas, el FMI deshumanizado, privatizaciones de nuevo, empresas sin escrúpulos, cooperativas que son una tapadera para el fraude. portada_finalY entre esa farfolla, consecuencias concretas: mineros que trabajan sin ninguna medida de seguridad, arriesgándose a quedar sepultados bajo un derrumbe, con la certeza de morir jóvenes. Mineros embrutecidos, bebedores, abusadores, consagrados a dioses de barro y a superchería barata y oportunista. Mineros tragando veneno y oscuridad. Todo a peor, y aún se puede enfocar mejor: en el Cerro Rico, a 4.400 metros de altitud, donde ya casi no se puede vivir porque falta hasta el aire, en una pequeña caseta, sin agua potable, cerca de una canchamina, vive Alicia con su madre y su hermana. Alicia quiere estudiar, le gustaría ser médico, pero en clase tiene sueño. Ella, a sus doce años, trabaja en la mina, como tantos otros niños. Además, trabaja sin cobrar para saldar una deuda injusta con la cooperativa. Cuando regresa a su casa va con una piedra en el bolsillo, por si acaso.

Es fácil llevarse las manos a la cabeza, pero Ander Izagirre, que escribe lejos del paternalismo, explica las razones por las que en 2014 el gobierno de Evo Morales aprobó el trabajo infantil (aunque el de la minería seguía prohibido). Los niños se agruparon, se quejaron, denunciaron que en la clandestinidad sus condiciones laborales eran aún mucho peores. Hay miles de menores trabajando en las minas. Y una frase en este libro que es un latigazo de realidad: mientras siga existiendo miseria, habrá trabajo infantil.

Es, sin duda, una historia tan dura que hace que el autor se interrogue sobre la utilidad misma de escribir un libro como Potosí. Y es normal porque suenan las campanas de la impotencia y nada parece servir para nada. Sin embargo, merece mucho la pena leer estas páginas y conocer la historia de Alicia. Izagirre la comparte a través de un documentado recorrido histórico por Bolivia, con la pericia para elegir y combinar elementos narrativos a las que ya no tiene acostumbrados este donostiarra. Ninguna historia sostiene un libro si no está bien contada, pero Izagirre ha sabido contarla y situarnos además ante nuestras propias contradicciones y ante una situación que se lleva por delante un puñado de certezas bienintencionadas. Periodismo de calidad, por tanto, a los pies de una montaña fabulosa y rica, donde se respira un polvo cuajado de plata y estaño que contamina los pulmones de Bolivia, y pesa en las conciencias.

Txani Rodríguez

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