Olivier Bourdeaut y las novelas del buen rollito

La historia de la literatura está llena de escritores perseguidos por la leyenda de la derrota que, un buen día, alcanzan la fama y, quizá, la inmortalidad. Esto funciona más con los cantantes, que fueron camioneros y boxeadores y de repente deslumbraron a un productor cantando en un bar de carretera. Pero en la literatura también abundan. En la literatura francesa hay muchos escritores encantadores capaces de reunir crítica social, leve, ironía suave y extravagancia asequible en una historia bien trabajada que acaba consiguiendo el aplauso del público. Bien, en ese territorio tenemos a Olivier Bourdeaut, que ha sido fontanero y recogedor de escamas de sal, entre otros oficios que prestigian una vida aunque manchen la ropa. Y un día escuchó una canción, Mister Bojangles versión Nina Simone, y todo ese mundo que tenía dentro se volcó en el procesador de texto y el resultado lo tenemos aquí después de un triunfo desmesurado en Francia.

Aclaremos que el autor es un tipo simpático que se gana a la gente con su sonrisa y su dedicación, lo que siempre está muy bien y allana el camino para su aceptación. Y, yendo al asunto, su novela también está muy bien. La cuenta un adolescente, aunque se intercalan fragmentos de la novela que está escribiendo su padre donde se cuentan las mismas cosas, y otras diferentes, pero con variaciones componiendo un completo cuadro de la historia feliz hasta cierto punto de una familia de las que no existen. Y cuando parece que el lector puede sufrir un colapso por el exceso de azúcar sabe dar el giro correspondiente, sin perder el encanto, para introducir la tragedia. La lectura te gana, aunque no haya nada nuevo en ella, te dejas arrastrar por la narración y si no te crees a gente tan excepcional te acabas emocionado con sus andanzas y desventuras. Y solo en ciento cincuenta páginas. No te da tiempo de cambiar de humor, ni de darte cuenta que ya habías leído esto antes o lo habías visto en el cine, que, en definitiva, estamos ante una moda, pero muy bien hecha.

Con la condición de que no acumulen lecturas de este tipo, absténganse de leer a Bourdeaut después de a Foankinos, por ejemplo, les recomiendo entusiásticamente Esperando a mister Bojangles, un encanto de novela y el autor acredita un buen gusto ejemplar eligiendo la versión de Nina Simone de ese clásico. Y todo eso hace que no nos preguntemos por qué sale una grulla precisamente o de dónde saca esta buena gente el dinero cuando parece que no lo tienen. Pelillos a la mar o la suspensión de la incredulidad tan necesaria últimamente al leer un libro, o ver una película. Lean ustedes Esperando a mister Bojangles y si les gusta asúmanlo y si no, pues simplemente ustedes están a otra cosa. Como con cualquier otro libro.

Félix Linares

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