Raymond Carver en los relatos de Juan Luis Zabala

Ospa, que se presenta con una atractiva portada hecha por Lander Garro, es la nueva colección de cuentos, la quinta ya, del periodista y escritor Juan Luis Zabala. Los relatos han sido escritos durante los últimos diez años y funcionan de forma autónoma, aunque hay cierta personalidad y cierto estilo común en ellos. Tal y como ha señalado el propio Zabala, en muchas de las historias está presente el tema de la huida. Hay personajes, como el protagonista del cuento que da título al libro, que quieren huir de todo; y otros, como el ciclista aficionado que lo abre, que solo pretende ir cada día más lejos. Además, en muchos relatos -en varios de los que mejor funcionan-nos encontramos ante una forma vicaria de trasladar los hechos: un marido le cuenta una historia a su mujer, un viejo fascista quiere contar su vida a un joven para dar a conocer sus razones, un periodista accede a un material que querría convertir en novela… De todas formas, Zabala también emplea el narrador protagonista.

Pero hay más elementos en común: varios relatos, como Gola Galkargo, Margolari ohia, Ipuinik onena y Sandraren baratza son abiertamente iconoclastas. En el último citado, la protagonista quiere -debido a una serie de razones- destruir las esculturas públicas de su ciudad, un afán que incluye ir contra las obras de Oteiza y Chillida. “Ba al da eskultura publiko bat baino gauza bakarti eta tristeagorik?”, se pregunta la protagonista. Y no podemos evitar sonreír. No es que Ospa sea un libro de humor, ni mucho menos, pero la ironía está muy presente. Y esa retranca, ese toque, una especie de visión descreída, se advierte en los numerosos cuentos en los que se habla sobre la cultura: hay acercamientos muy personales a la literatura, el cine o la música. Y citas, como la siguiente de Karlos Linazasoro, que se adecúa muy bien al contenido de alguno de los cuentos: “Maitasunean, pasioak sumurtasunari ematen dio lekukoa; nago idazketan ere gauza bera gertatzen dela”. También encontramos muchas referencias: Wim Wenders, Julio Llamazares o Mikel Laboa, a quien rinde un sentido homenaje, se convierten, en estas páginas, en personajes.  Además, el propio proceso creativo juega también un papel porque varias de estas veintitrés historias, como Hiru aste Win Wendersekin, Ohol gaztelua, Idazlea eta deabrua hablan de proyectos que nunca se materializaron. Por tanto, los relatos que giran en torno a algo que podríamos llamar cultura conforman un bloque identificable. Por otro lado, hay muchos textos relacionados con la familia y la pareja. Por citar algunos: Pepsi bat Sendavivan, Camping Río Purón o Zientzia fikzioa (quizás el más emotivo).

Tanto en la forma como el contenido, estos cuentos pueden emparentarse con la moderna escuela norteamericana, y resuenan por ejemplo ecos de Raymond Carver. No encontraremos en estas páginas finales redondos (aunque Ospa, por ejemplo, sí sorprende) y se juega con la elipsis. Además, los textos, si bien tienen puntos de partida muy originales, son un reflejo de la cotidianidad. El trabajo, (pongamos el de periodista) una afición (pongamos el ciclismo), la familia (casi cualquiera), las relaciones personales crean un conjunto en el que destacan la frustración, el paso del tiempo, las modestas victorias y las derrotas, algo más sonoras, que se enquistan en eso que llamamos “el día a día”.

Txani Rodríguez

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