Miedo, incomunicación, ira y odio en la obra de Isabel Alba

Isabel Alba nació en Madrid en 1959, pero vive en Donostia desde 1994. Ha sido guionista de radio, cine y televisión. En este medio ha trabajado en programas infantiles emblemáticos como Barrio Sésamo o La bola de cristal, programa que dirigía su madre, la recientemente fallecida Lolo Rico. Licenciada en Filosofía, ha impartido todo tipo de cursos y talleres de lenguaje audiovisual para niños, adolescentes y jóvenes. Es además una fotógrafa reconocida y una feminista muy apreciada: en 2012 dirigió el documental Será feminista o no será. Su experiencia en el mundo audiovisual la resumió en el libro Detrás de la cámara: como narrar en imágenes. Del guión a la película. Ha publicado tres novelas Baby spot, La verdadera historia de Matías Bran. El recinto Weiser (finalista del Premio Euskadi de Literatura) y 65% agua. La danza del sol es su cuarta novela.

Esta novela transcurre en un fin de semana en un hotel de vacaciones barato, el Solymar, en la costa mediterránea española. La familia Moscardó, compuesta por una madre viuda, sus dos hijos casados, las esposas de estos y sus hijos respectivos, han decidido pasar unos días juntos. Se supone que para descansar y aliviar tensiones. Pero será todo lo contrario, porque los demonios que asolan las vidas de varios de ellos, irán apareciendo poco a poco y amenazando con romper los pocos y delgados hilos que les unen. Alrededor de la viuda Pilar Treviño de 71 años, de sus hijos Manolo y Antonio Moscardó, de 42 y 44 años, de sus nueras Rocío y Paloma, también en la cuarentena, y de sus nietos Nuria de catorce años –hija de Manolo y Rocío– y Lidia de 13, Mireia de 11 y Héctor de cinco años –hijos de Antonio y Paloma-, orbitarán otras vidas: la de un jubilado alemán que echa en falta a su hijo, la de un joven animador de la piscina que ha fracasado en todo, la de otra joven animadora que todavía tiene esperanzas, la de una jovencísima camarera que solo piensa en sexo, pasárselo bien y dejar KO a los babosos que la acosan y la de dos adolescentes que parecen inmigrantes a los que muchos miran con sospecha. Y luego, en un edificio de apartamentos frente al hotel, están dos hermanos árabes (?) que limpian sus Kalashnikovs mientras rumian su desgraciado pasado y planean su venganza.

Isabel Alba ha escrito una novela impresionante en la que, con una sencillez apabullante para el lector, pero muy compleja para la escritora, habla de todo, pero sobre todo de la violencia de los hombres sobre otros hombres y mayormente contra las mujeres. Violencia masculina que ha provocado guerras, muertes, feminicidios, racismo, xenofobia… Una novela que habla del odio que todos sentimos alguna vez, y de los miedos que nos hacen cometer actos abominables. Porque no nos engañemos, todos tenemos miedo, a todo y a todos; y todos tenemos miedo a sufrir de nuevo, cuando se ha sufrido mucho. Y todos tenemos la necesidad de culpar a los otros, a los diferentes, de nuestros miedos, de nuestras desdichas, de nuestra ira.

Isabel Alba se inventa un narrador que en capítulos muy breves se mete en las cabezas de todos los actores de este drama, de esta tragedia, que es la vida contemporánea. Una vida en la que nadie sabe cómo somos realmente y cuánto hemos sufrido o cuánto hemos hecho sufrir. Una vida en la que nadie es inocente del todo y, quizás, como nos dice la autora, nadie es culpable del todo, aunque cometa la mayor de las iniquidades. En La danza del sol todas las piezas acaban encajando suavemente para provocar el estallido final y aunque todos intuimos ese final, porque la autora nos muestra casi todas las cartas desde el principio, en ningún momento se lo reprochamos, porque bastante tenemos con no derrumbarnos ante una conclusión que, como lectores, nos deja anonadados.

Isabel Alba nos ha regalado (no se me ocurre mejor palabra) una novela estremecedora, estupendamente escrita y estupendamente armada, que nos enseña a conocer mejor nuestro mundo, sus contradicciones, las razones de sus pulsiones y sus terrores, y también sus pequeños resquicios para la esperanza y el perdón, esos agujeros diminutos por los que entran los rayos de “la danza del sol”.

Enrique Martín

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