La mirada honesta de Aixa de la Cruz

Cambiar de idea bien puede definirse,  tomando unas palabras de la autora, como “una historia de violencia estructural que se narra como un drama privado, en círculos concéntricos que empiezan y acaban en una misma”. Es decir, tras la experiencia personal hay siempre un relato político, aunque la persona que cuenta esas experiencias no lo identifique. A partir de esta premisa, podemos decir, no obstante, que estamos ante un libro de memorias, que puede leerse también, a ratos, al menos, como una novela. De hecho, de la Cruz defiende que las barreras entre la crónica, las memorias, la autoficción y la ficción son inexistentes porque escribir es recordar y recordar es siempre un acto imaginativo. El ejercicio de recordar, siempre creativo, es verdad, conduce a la bilbaína a varios temas que van desde los mimbres de su tesis a las explicaciones que están detrás de algunas de sus conductas sexuales.

El libro arranca con el mensaje de voz de una amiga suya que ha sufrido un gravísimo accidente. Los periódicos han publicado unas fotos terribles del siniestro ante las que la narradora parece no reaccionar. “Comprendo que esta frialdad con la que escudriño el sufrimiento ajeno es un músculo que llevo tiempo entrenando, el que me ha permitido mantener la cordura en un escritorio en el que se mezclaban los post-it de colores con los abusos de prisioneros de Abu Ghraib y en el que el reproductor rebobinaba sin descanso escenas de tortura, de ficción y de no ficción”. Así que cuando visita a su amiga, y ve las heridas y las cicatrices aún sin cerrar en el cuerpo de la chica, piensa en la manera en la que recibimos las imágenes violentas. Hay más violencia en el libro porque de la Cruz habla de un intento de violación que ella sufrió y de los terribles abusos sexuales que padeció otra de sus amigas. Las violaciones, y en concreto, el caso de La Manada, tienen importancia reveladora en la parte final y más ensayística del libro, en la que cuenta cómo se siente interpelada por el feminismo. La violencia que soportan en México, donde ella vivió un tiempo porque se casó con un joven mexicano, también encuentra traslado: “Lo intolerable es lo infrecuente. De todas las lecciones que aprendí en México esta es la que mejor me iba a ayudar a entender a entender Europa, la violencia europea, la de mi propia piel”.

Cambiar de idea habla también de las relaciones de la autora con otras mujeres. “Confundí -dice- mi afición por los retos difíciles con el lesbianismo.” Otro punto interesante del libro es el que se refiere a su relación, o ausencia de relación, con su padre biológico, al que ella se refiere como “biopadre” y al que nunca trató demasiado.

Cambiar de idea es un relato honesto, en el que la autora no se hace demasiadas trampas al solitario, que recoloca algunas piezas sueltas en un puzle completo, un puzle en el que, al final, la autora sentirá que todo encaja. Y más allá de lo que cuenta, que no es poco, hay que destacar cómo, porque, sin duda, este libro está muy bien escrito: el texto corre, es seductor, y ofrece la engañosa sensación de que está escrito como si transcribiera lo que pensara en voz alta.

Txani Rodríguez

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