Kattalin Miner y la muerte de Moio

El 23 de abril de 2007, Aimar Elosegi Ansa, un joven transexual de Hernani, se quitó la vida. Moio, como lo llamaban sus amigos, no pudo sobreponerse a su prospección de futuro, en la que se adivinaba infeliz e insatisfecho. Tras la noticia de su muerte, Kattalin Miner, amiga de Aimar y autora de este libro que aúna la entrevista periodística, el reportaje y el testimonio confesional, no recuerda secuencias completas, como suele suceder en estas ocasiones traumáticas. Sí recuerda, en parte, un funeral civil, multitudinario, en el que la familia no quiso esconder la transexualidad del joven; después, pasó el tiempo.

Moio arranca en el décimo aniversario de la muerte de Aimar. Miner decide que, a diferencia de años anteriores, no va a llamar a nadie, ni va a llevar a cabo liturgia alguna, y se pregunta si habrá terminado el duelo. Sin embargo, se apodera de ella la necesidad de recordar y relatar la historia de su amigo. Miner no quiere escribir un texto personal, intimista, sino que desea darle una lectura política de aquel acontecimiento trágico. Se pregunta si la muerte de Moio hizo que aumentara la sensibilidad respecto a la transexualidad o si, al ligarse a un hecho luctuoso, la transexualidad se asoció a algo oscuro, peligroso. El encuentro con una antigua profesora que la anima a contarlo, porque es lo que Moio hubiera querido, es el detonante definitivo que la pone a escribir.

Moio se compone de una primera parte en la que Miner explica cómo fue el proceso por el cual decidió escribir esta historia; una segunda compuesta por varias entrevistas; y una tercera, un epílogo más personal, a través del que, al fin, consigue decir adiós a su amigo. Para conformar la parte central del libro, la hernaniarra se entrevistó con sus amigas, con un hermano de Moio, con Josebe Iturrioz y Ana Txurruka, que habían trabajado ya dinámicas feministas en Hernani antes de que Moio desapareciera; con Maialen Lujanbio, autora de aquel gartzelako lana  sobre la transexualidad que emocionó al público de la final de 2017, con Iratxe Retolaza, coautora junto con Isa del Castillo del trabajo Genero-Ariketak, y con un joven trans de Hernani, Brayan Altimasberes. Brayan, que habla de la nociva persistencia de la idea de que un trans masculino deba convertirse en un hombre cis y de las dificultades que las personas trans se encuentran en un proceso injustamente patologizado, señala: “Printzipioz nik ez dut arazo zuzenik izan, are gehiago, jendeak babesa eskaini dit,eskatu gabe ere.(…) Hala ere, esan bezala, babesa gauza bat da, baina ez du ezjakintasuna kentzen”.

En 2007 la relación entre la lucha trans y el feminismo no era perceptible, y las personas transexuales o transgénero se chocaban contra un muro de incomprensión que a menudo pasaba por, por ejemplo, no respetar la marca de género. Moio pone de manifiesto los pasos adelante que se han ido dando, pero también deja en evidencia lo que queda por hacer, que no es poco.  La lectura de este libro, honesto e ilustrativo, puede ser un primer paso precisamente para tomar contacto con una realidad que aún resulta demasiado extraña para demasiadas personas.

Txani Rodríguez

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