Luisa Etxenike: la violencia de otros, nuestra culpa

Hace una década la donostiarra Luisa Etxenike publicó la novela El ángulo ciego. Era su primera aproximación al terrorismo de ETA y a sus consecuencias, concretamente a las consecuencias directas: un atentado, un asesinato y las víctimas que quedan a la intemperie. Con ese libro ganó el Premio Euskadi de Literatura en castellano: un premio más que merecido. El año pasado, y tras el final de ETA, la escritora volvió a bucear en las consecuencias de esta terrible tragedia en Absoluta presencia, una novela en la que reflexionaba sobre los efectos del terrorismo en los amenazados y sus familiares, pero también nos hablaba sobre el miedo en general, el miedo que puede derivar de una amenaza de muerte o el miedo a que tu vida se pueda destruir en cualquier momento. Y ahora completa esta visión sobre el terrorismo (formando así una trilogía) con Aves del paraíso, en la que fija su mirada sobre los familiares de los miembros de ETA que no han comulgado con las ideas de sus seres queridos.

La novela arranca de manera excepcional. Estamos en Iparralde y los vecinos de una casa desocupada alertan a la Gendarmería de que hay alguien en esa casa, de que hay luz en su interior. Cuando los gendarmes llegan se encuentran a un vagabundo, y sorprendentemente éste se identifica como el dueño de la casa. Es un hombre extraño, que casi no habla, que duerme en la casa sobre unos cartones y tapado por una manta, que pasea mucho, que deambula, mejor dicho, por calles, playas y veredas. Un hombre que asiste al intento de suicidio de una mujer o que imagina el intento de suicidio de una mujer; un hombre que habla de vez en cuando con su ex mujer que vive en Hegoalde y que encuentra una llave misteriosa en la caja fuerte de la casa que le hace temblar porque imagina que esconde un terrible secreto. Un hombre que recuerda a su hijo y una imagen recurrente con él: un paseo por el monte cuando su hijo era niño y se pinchó con una castaña sin que él le alertara de que podría lastimarse. Un hombre que se siente culpable y también avergonzado, por lo que otros hicieron y, quizás, por lo que él calló. Y que va a encontrar la redención o por lo menos el camino a la redención gracias a una guía de aves que encontrará abandonada en un banco y gracias a la persona que conducirá ese extraño descubrimiento.

En Aves del paraíso Luisa Etxenike se adentra en otra de las aristas (hay tantas) del denominado conflicto vasco. Una arista que hasta ahora se había investigado poco, la de los familiares que no pudieron, no supieron o no se atrevieron a impedir las acciones que cometieron sus allegados. Y de lo que sucede cuando estos se dan cuenta de que la inacción produjo muerte y sufrimiento, mucho sufrimiento. ¿Hubiera podido cambiar todo si la relación con ese hijo, ese hermano, ese primo, hubiera sido distinta? Y una vez que pasó lo que pasó, ¿cómo enfrentarse a ello?, ¿cómo expiar los pecados?, ¿cómo hacerle comprender al ser querido que seguirás queriéndole pero que no compartes lo que hizo?

Una novela realmente interesante en la que las aves y especialmente las ilustraciones clásicas de James Ellsworth adquieren un papel fundamental. Como ha dicho la autora, “los pájaros son portadores de las metáforas que construyen al personaje, como son la migración y la muda”. Una novela que aboga por las revisiones de los comportamientos individuales y no colectivos para entender qué es lo que nos pasó y por qué sucedió lo que sucedió. Una novela repleta de silencios y de verdades, verdades que hay que descubrir sin apenas información, simplemente dejándonos guiar por la intuición, intuición que funciona como esa extraña brújula que parecen tener los pájaros cuando emigran hacia el sur.

Enrique Martín

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