Txani Rodríguez, Irune y el futuro de la clase obrera

Algunos sabíamos que tarde o temprano la escritora alavesa, de Llodio para más señas, Txani Rodríguez, aparecería ante el gran público lector como una supernova. Le ha costado, pero aquí está. Tras tres novelas (Lo que será de nosotros, Agosto y Si quieres, puedes quedarte aquí), un libro de relatos (El corazón de los aviones), varios guiones para cómic, multitud de columnas en la prensa e innumerables críticas literarias (muchas aquí, en Pompas de Papel), Txani ha conseguido que su voz, tan personal, conquiste a lectores que nunca habían oído hablar de ella. Lo ha conseguido con Los últimos románticos, una novela que cuenta la historia de una chica de 40 años, una mujer, Irune, solitaria, arisca, hipocondriaca, huidiza y con un sentido del humor bastante irónico, que se encuentra ante la disyuntiva de cambiar o de hundirse para siempre en sus miserias. A pesar del retrato aparentemente negativo, Irune es una trabajadora –de la clase trabajadora, por profesión y por tradición familiar- que se niega a dejarse arrastrar por la ola de insolidaridad imperante en nuestro mundo y que está dispuesta a luchar para darse una segunda oportunidad, a ella y a algunos de los que la rodean. Ella mira hacia atrás, con una cierta nostalgia de un mundo en el que, quizás se viviera con más penurias, pero en el que había una sensación de comunidad que nos hacía ayudar a los que estaban a nuestro alrededor sin esperar nada a cambio. Podemos decir por tanto que Irune es una de “los últimos románticos” que creen que otro mundo es posible, y perdónenme la referencia tan explícitamente política, es decir, que no podemos dejarnos vencer, que debemos ser altruistas y generosos y buscar lo mejor para los demás.

Y en estas Irune se ve inmersa, sin proponérselo, en la defensa de un colectivo de trabajadores de su empresa, una papelera, que lucha por sus derechos, por sus puestos de trabajo, con una acampada frente a la fábrica, mientras el resto del colectivo laboral decide mirar hacia otro lado, siguiendo al pie de la letra esa máxima tan moderna de “mientras no me toque a mí”. Y en estas Irune se ve inmersa en la defensa de su vecina, una anciana, a la que su hijo maltrata ante la indiferencia del resto de la comunidad. Y en estas Irune tendrá que enfrentarse a la posibilidad de una enfermedad que la tiene atenazada, atemorizada. Y en estas Irune tan sola, tan incomunicada, comienza a hablar con Miguel María López, una voz que informa de los servicios de RENFE, una voz, distante y profesional al principio, que se transformará poco a poco en otra voz más cercana y cálida.

La novela es como un trocito de vida, que acontece entre trenes que se oyen constantemente como un ruido sordo y trenes que se alejan hacia un futuro ilusionante. Un trocito de vida repleto de azares y decisiones tomadas, correctas o no. Una vida que nos enseña que todos los árboles no forman un bosque (por ejemplo, los eucaliptos que se plantan para extraer de ellos papel). Una vida donde nada está escrito y donde lo que vendrá, lo bueno que vendrá, depende de nuestro coraje.

Txani Rodríguez ha escrito una historia repleta de miserias, pero también de esperanza, de mucha esperanza. ¡Qué hermosa novela!

Enrique Martín

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *