Yuri Herrera o la ciencia-ficción como nunca la habías leído

Cuando uno se aproxima por primera vez a la literatura del mejicano Yuri Herrera (Actopán, 1970) los ojos le hacen chiribitas. Porque Herrera es un autor con “voz propia”, que cuenta historias que sacuden la frontera entre Estados Unidos y México, uno de los lugares más duros del mundo, donde el narcotráfico campa a sus anchas y donde miles de personas intentan diariamente la travesía del sur al norte en busca de un lugar donde no solo vivir mejor, sino donde sobrevivir. Sus tres novelas han sido publicadas en España por la editorial Periférica. En Trabajos del reino se contaba la historia de Lobo, un acordeonista con escasa suerte, que era rescatado de su triste destino de tocar y cantar por cantinas de mala muerte por el Rey, un capo de la droga. En Señales que precederán al fin del mundo una joven intentaba cumplir la misión que le había encomendado su madre: pasar al “otro lado” y encontrar a su hermano del que no se sabe nada desde hace meses. Y en La transmigración de los cuerpos la historia más alucinada y alucinante de todas, nos hablaba de una plaga que azotaba una ciudad hasta los huesos. En Periférica también ha aparecido El incendio de la Mina El Bordo, un relato sobre hechos reales que acontecieron en una mina mejicana donde murieron ochenta y siete trabajadores en 1920. Y ahora se publica un nuevo libro de ficción, Diez planetas, que recoge veinte relatos en los que el autor se permite mirar a “otras realidades”, dándole una vuelta al género de la ciencia-ficción, al más clásico, pero también al que escribieron gente como Ursula K. Le Guin y Philip K. Dick o Jonathan Swift y Voltaire o incluso Borges y Kafka y Platón y Lovecraft. Ciencia-ficción cargada de filosofía, ideas y mucha retranca.

Por estos relatos pululan todo tipo de historias. Hay un mundo que se extingue porque las palabras desaparecen de la mente de la gente. Hay una bacteria que nace en el intestino de un drogadicto y que cobra conciencia fugazmente. Hay un profesional encargado de escribir obituarios, que desvelan todos los engaños. Hay un hombre que lee la verdad y el futuro en las narices del personal. Hay otro mundo donde existen casas inteligentes, demasiado listas y empáticas. Hay burócratas que organizan apariciones de ánimas. Hay objetos que se encariñan de las personas hasta tal punto que no quieren dejarlas salir de casa. Hay otro mundo donde la gente se transforma en animales, según su clase social. Existe hasta un mundo plano que cabalga sobre dragones. Hay un terrícola que busca a otro terrícola en un planeta marciano (lo de marciano es mucho decir). Hay un lugar donde intentan extraer el arte de monstruos encarcelados. Hay gente que explora el mundo plano por el lado de los dragones. Hay una raza que descubre al último humano y se desespera porque no consigue entenderle. Hay un sitio donde un extraterrestre escribe El Quijote. Hay otro planeta que descubre, por fin, que el mundo es plano y entonces surgen multitud de teorías sobre lo que hay al otro lado. Hay un mundo donde los Unos y los Otros se pelean por el control del planeta: y, claro, ganan los Otros. Hay un mundo desquiciado donde cada ciudadano habla su propia lengua. Hay un planeta que es todo músculo. Hay un lugar por el que viajan los últimos y solitarios humanos del universo. Y hay un cartel que dice: ¡cuidado con las autorizaciones!

Yuri Herrera demuestra en esta colección de cuentos que se mueve igual de bien por el filo de lo real, que por el filo de lo imaginario. Y que su dominio del lenguaje sigue siendo preciso, precioso, abierto y musical: sus frases parecen cantar. Y que cuando los temas no son terribles y angustiosamente reales, le sale una vena juguetona que nos hace sonreír con una sonrisa de las buenas, de  las inteligentes. Escribe corto Yuri Herrera, pero comunica largo. Pocos autores encontraremos así.

Enrique Martín

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