El poema. Inger Christensen, danesa

Calma, pero nada que encontrar en el valioso silencio.

Solo un eco de escarcha, como un cacareo.

Una mosca que espera después de hibernar, pero nadie que encienda la luz.

Ocurrencias en un mundo de resultados,

Inspiración en un mundo de aplazamientos,

Alegría en un mundo de vetustas prisiones,

Las ganas de azar controladas por la hábil necesidad,

Límites para todo y asfixia en un tumulto mortecino.

De ven en cuando una única persona falta del mundo

Que enciende la luz en su caverna,

Y la mosca que muere con las alas derretidas enseguida,

Solo un crujido,

Solo un eco de escarcha cuando el cuerpo es barrido.

Y sin embargo

Todo lo que seguimos con la mirada,

Las cosas tenían razón,

La libertad existe,

Pero toda su información es más veloz que la luz,

Y llega desde el auténtico dominante, ese que con terquedad consideramos caos antes de empezar a hablar.

(…)

Así es cada revolución cuando estalla,

Una revolución disfrazada,

Una dicha en lo extremo

Que nunca hace que el mundo se repita en el interior de las palabras,

Porque nuestro asombro se hace demasiado inteso

Y se llama miedo.

¿Quién sabe si la muerte sabe

En su fuero interno

Que se llama de otra manera?

Este es un poema de Inger Christensen, una escritora danesa nacida en 1935 y que falleció en Copenhague en 2009. Es una de las grandes escritoras danesas, que en más de una ocasión estuvo en la terna de las personas con opción a conseguir el Premio Nobel de Literatura. Dicen que la poesía danesa del siglo XX no se entendería sin ella, y la huella que ha dejado en la literatura escandinava es grande. Recibió muchos premios: el Premio Nórdico de la Academia Sueca, el Gran Premio de la Bienal Internacional de Poesía o el Premio Europeo de la Poesía. Su obra ha sido traducida a una treintena de idiomas.

Goizalde Landabaso

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