El acoso y derribo de la ciencia, según Manuel Lozano Leyva

Basar nuestro consumo de energía en el gas, el carbón y el petroleo, como hemos hecho hasta ahora, es un desastre ecológico que no resistirá el planeta y una miseria geoestratégica. Las energías renovables que conocemos hoy no se bastarán por sí mismas jamás. Jamás, porque el mayor delirio actual, el alemán de aprovechar la inmensidad y el calor del Sahara, supone suministrar el 15% de la electricidad que necesita Europa.

China está a las puertas de iniciar el negocio del siglo XXI: la exportación masiva de reactores de bajo coste basados en diseños mejorados de de la ya casi obsoleta generación II. Cuando Alemania se percate de los problemas de todo tipo que generan los lignitos pardos y la hulla del Rhur, así como el gas de Rusia, para generar la ingente cantidad de energía que necesita su industria, siempre le quedará la posibilidad de comprar reactores chinos instalados llave en mano.

Afrontar la tecnología nuclear es inevitable, pero la gran lección de Fukushima es que lo hemos de hacer de manera serena, competente y sensata, o en caso contrario, estamos abocados a un mundo inestable, inseguro e injusto”.

LIBRO.El fin de la CienciaEste párrafo forma parte de la obra El fin de la Ciencia (Debate), de Manuel Lozano Leyva. El autor es catedrático de Física Nuclear y ha trabajado incluso en el CERN de Ginebra y el título juega con la ambigüedad entre fin de la ciencia como objetivo y fin de la ciencia como fruto de las amenazas que se ciernen sobre la misma.

Comenzando con una breve historia de la ciencia y la tecnología, el autor nos lleva desde los comienzos de la búsqueda científica griega  hasta el actual complejo de investigación público y privado que involucra a millones de personas en todo el mundo.  En este repaso conocemos el sistema usado en la investigación, basado en la publicidad de los estudios, su revisión por pares y su necesaria replicabilidad. Nada que ver con las pseudociencias mencionadas en la segunda parte del libro, que son implacablemente refutadas y ridiculizadas como parte de esas amenazas a la ciencia que además en tiempos de crisis tienden a tener mayor predicamento. Tras repasar los peligros que suponen para la ciencia tanto las religiones como los negacionismos o los catastrofismos, pasa a la parte positiva y esperanzadora de la ciencia. Positiva y esperanzadora pero con grandes nubarrones en el horizonte, tales como la energía, el medio ambiente, el agua, la alimentación o la salud.

Es una visión a veces irónica de la ciencia, salpicada de cierto humor, pero siempre muy eficaz para despertar en nosotros la capacidad crítica y de debate de la que tan necesitados estamos, teniendo en cuenta que no podemos abordar gran parte de los debates político-económicos sin una base de juicio científico-técnica.

Jokin Aldazabal

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