Esta pequeña novela fue una de las sorpresas del pasado año literario en Francia. Su autor, el periodista y novelista Éric Faye (Limoges, 1963), se inspiró para escribirla en una noticia aparecida en varios diarios japoneses en mayo de 2008. En ella se hablaba de un peculiar suceso. Una mujer habÃa sido detenida tras vivir de incógnito en una casa durante un año. Lo más curioso del asunto es que en la casa vivÃa también el propietario, que no se dio cuenta de que tenÃa un inquilino secreto hasta que comenzó a notar que desaparecÃa comida y que algunas cosas cambiaban de sitio. ¿Cómo fue posible todo esto? Pues al parecer porque la mujer, una mujer en la cincuentena que habÃa quedado en la indigencia tras perder su empleo, se habÃa atrincherado en una habitación que el hombre no utilizaba y se movÃa a sus anchas por el piso cuando éste estaba en el trabajo.
Con esta anécdota Faye nos cuenta la historia de dos personas que no se diferencian tanto una de otra. Los dos están en la cincuentena, los dos han sido toda su vida unos solitarios y han tenido algunas aventuras amorosas. Los dos ven el presente y el futuro sin esperanzas y piensan demasiado, con melancolÃa, en el feliz pasado. Lo único que les diferencia es el factor suerte: el hombre pudo mantener su empleo de meteorólogo, la mujer perdió su trabajo de administrativa. Esa es la fina lÃnea que separa la estabilidad de la miseria, la fortuna.
Éric Faye construye el relato como un artesano relojero. Pequeños retazos que van encajando poco a poco para que el reloj narrativo funcione a la perfección. Una parte de la historia está narrada en primera persona por el hombre; otra por la mujer. Y antes del epÃlogo en forma de carta que ella le dirige a él para explicarse, aparece un narrador anónimo que narra la salida de la cárcel de la mujer.
Un libro delicado, como una flor, que habla de la crisis económica, de las vidas sin rumbo, del futuro sin esperanza y del pasado como nostalgia. Una historia que transcurre en Nagasaki –tÃtulo original- donde el peso de la bomba todavÃa está presente en la vida de sus habitantes.
Enrique MartÃn