Cuando las mujeres luchaban por quitarse el sombrero

Cuenta Elvira Lindo, en el capítulo que en 30 maneras de quitarse el sombrero dedica a Concha Méndez, que esta poeta, junto con Maruja Mallo y Margarita Manso, acompañadas por Lorca y Dalí, nada menos, mostraron su cabeza descubierta en la Puerta del Sol. “Fue un acto contra la moral imperante”, explica Lindo. Quitarse el sombrero estaba mal visto en los años veinte, como tantas otras cosas también  estuvieron mal vistas en otras épocas; sin embargo, ha habido mujeres dispuestas a romper las reglas, a no someterse, a no hacer lo que se esperaba de ellas. Y es precisamente a esas mujeres –algunas nos resultarán muy conocidas; otras, mucho menos- que van desde Elena Fortún a Alice Munro, desde María Guerrero a Mary Beard, a las que Lindo dedica unos perfiles verdaderamente luminosos, que suponen una mezcla feliz de subjetividad y rigor.

Las piezas no se queda en el resumen biográfico, sino que la autora incorpora reflexiones, como la siguiente: “Es casi un lugar común que los escritores sientan que han nacido demasiado tarde, demasiado pronto o en el país equivocado”. La lectura de este libro nos hará partícipes también de alguna confesión, como la que desvela su frustrada vocación de actriz. En todo caso, es la mirada de Lindo sobre la niñez de todas esas mujeres la que enlaza unas historias con otras.

Qué sería de mi sin el acto de admirar, se pregunta Lindo, y lo cierto es que estos textos desprenden admiración sincera sin caer en ningún momento en la hagiografía ya que no se ocultan las contradicciones de las protagonistas; unas contradicciones que no impiden que comprendamos que todas fueron valientes, que trataron de amar, de crear, de vivir con libertad y que fueron pioneras en muchas batallas e, incluso, en algunas victorias.

El libro se cierra con un autorretrato titulado Una mujer inconveniente, honesto y divertido: “Yo sostengo que el humor es una característica del carácter que traemos de fabrica, impresa en el adn. Si quien posee esta cualidad lo convierte en una profesión o en una actitud consciente ante la vida, el humor es sin duda un don; pero cabe la posibilidad de que alguien dotado para la comedia no repare jamás en ese tesoro genético ni sepa cómo manejarlo.” Por fortuna, Lindo sabe de sobra cómo manejarlo y cómo crear un autorretrato que arranca la risa y a veces la carcajada.

30 maneras de quitarse el sombrero es, en resumen, un libro con el que se aprende mucho y que, como dice Elena Poniatoska en el prólogo, logra que nos entren ganas de leer a todas las autoras citadas. Para quitarse el sombrero también este ejercicio de incisión, admiración, humor, perspectiva, critica y ternura.

Txani Rodríguez

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