La ira es mala consejera, dice Piñeiro con razón

Hay que decirlo, para que quede claro desde el principio, la argentina Claudia Piñeiro es una escritora estupenda. Y además escribe de todo y bien: novelas, relatos, obras de teatro, guiones, artículos para la prensa… Textos por los que ha recibido muchos premios, desde el Clarín, al Sor Juana Inés de la Cruz, pasando por el Pepe Carvalho que premia su obra más negra, más criminal. Obra en la que destacan libros como Las viudas de los jueves, Tuya, Las grietas de Jara, Betibú, Un comunista en calzoncillos o Las maldiciones. Además de publicar en nuestro mercado su libro de relatos Quién no, se acaba de reeditar también la novela Elena sabe, publicada originalmente en 2007 y galardonada con el Premio Liberaturpreis en Alemania.

Los relatos de Quién no parecen partir de una misma premisa: “quién no ha hecho algo de lo que se arrepiente en un momento de locura o desesperación”. Estamos hablando de situaciones cotidianas, protagonizadas por personajes reconocibles, que en un momento determinado se salen de madre o se transforman en algo raro. Estamos hablando de obsesiones, de secretos malsanos, que pueden conducir incluso al asesinato. Un abuelo que construyó una pared cuando desapareció la abuela. Un hombre recién divorciado que se refugia con sus hijos en una casa vacía que está en proceso de venta. Un marido que viaja con dos maletas en las que lleva las mismas cosas. Una bolsa de la basura que se saca de casa con precipitación. Un hijo problemático que tiene una madre que lleva una pistola en su bolso. Un niño que llama, peligrosamente, “hijo de puta” a otro niño. Una vecina que ve a su vecino atropellar a un niño y huir. Una trabajadora de una editorial que no consigue hablar con su amiga escritora. Una mujer que abre demasiado “por equivocación” la llave del gas. Un hombre que abandona a su mujer porque “huele raro”. Una pareja que tras la muerte de su hijo no hace otra cosa que oír llorar a un niño en el apartamento contiguo. Un escritor de éxito que es acusado por un vagabundo de plagio. Un hombre y una mujer atados por unos ladrones que han robado en su oficina. Un hombre que regresa al pueblo que abandonó de joven por duras desavenencias con su padre. Una mujer que en soledad coloca los adornos de un árbol de navidad, sin su marido, sin sus hijos. Una pareja de peluqueros que discute por “ideas creativas”. Son historias que abundan en la idea de que hay que desconfiar de la gente, que quien más quien menos, tiene secretos y algunos inconfesables, secretos que nos pueden afectar para mal.

Algunas de estas historias hablan de desamor, de desconfianza, de clasismo, de violencia machista, de miedo a los pobres, de abuso de autoridad, de injusticia. Algunas de estas historias son tan ridículas que ponen una sonrisa e incluso una carcajada en boca del lector. Algunas de estas historias juegan con el “cómo podría haber sido nuestra vida si…” y en la mayoría de ellas se concluye que seguramente habríamos hecho lo mismo. Son historias sobre la condición humana y nuestras miserias, sobre la parte más oscura de nuestro ser. “Es lo que hay”, parece decir Claudia Piñeiro, y desgraciadamente es así: “somos lo que somos”. Literatura grande en sorbos pequeños.

Enrique Martín

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