La ficción y la vida en los relatos de Miren Agur Meabe

Hezurren erretura es el nuevo libro de cuentos de Miren Agur Meabe; y es cierto que estamos ante eso, ante una colección de relatos, pero como hay novelas muy fragmentarias, escritas como a retales –Departamento de especulaciones, de Jenny Offill, podría ser un buen ejemplo de esto- a veces, los libros de cuentos que tienen un solo narrador, unos personajes que aparecen y reaparecen y un paisaje dominante, se acercan mucho a algo que podría ser también una novela. De hecho, da la sensación de que es la misma voz la que nos va contando recuerdos de su infancia, su vida escolar en colegios religiosos donde sufrió algunos abusos, combinados con su etapa adulta, una voz que relata experiencias tristes y otras más alegres. Sabemos que la narradora es una escritora, que tiene un hijo, que vive en Bilbao, aunque tiene una casa con un huerto en Lekeitio, que ha perdido a sus padres…

Esos detalles y algunas referencias a aspectos físicos concretos hacen que tonteemos con la idea de que asistimos a confesiones de la propia autora; sin embargo, esa voz narradora es, diría yo, solo un trasunto de la de Meabe. Además, para reforzar esa idea de continuum a la que aludía antes hay personajes  que se entrecruzan por estas páginas, personajes como Adela, una mujer que cuidó del padre de la narradora; Flora, una anciana a la que conoció en una residencia que visitaba de niña; O., un hombre con el que mantuvo una relación sentimental o Colette, un gato. Precisamente, los animales tienen un papel relevante en este libro que se abre con un cuento maravilloso, Miramar, en el que las ratas podrían simbolizar la devastación que produce el paso del tiempo.

Ese trasunto de la autora da una clave sobre el origen de este libro: “Oraindik ez neukan izenbururik, baina intuizioak hezurrak iradokitzen zizkidan: sinbolo horrek batasuna eman ziezaiokeen nire lanari, azalean hasi, eskuetatik jarraitu, begian geldigunea egin eta gorputzaren barrenengoetara jo gurako lukeen miaketan.” La otra palabra que contiene el título, “erretura”, también tiene fuerza porque la protagonista aparece quemando rastrojos, o pensando en quemarlos, pero, sobre todo, porque recoge y conserva, al escribirlos, los restos de la quema que, sobre nuestras vivencias, impone el devenir del tiempo.  “Minari ezin zaio utzi aginteaz jabetzen”, afirma en un momento dado la narradora. Y yo creo que esa frase apunta a uno de los motores del libro: la resistencia, la supervivencia, la capacidad de sobreponernos  a la tragedia, como esos bosques cuyos árboles, al poco de un incendio, generan brotes nuevos.

Algunos cuentos, los que miran más hacia atrás, como Karitatearen alabatxoa, se mueven en una horquilla temporal amplia, es decir, contienen meses, incluso años, pero otros, La recherche de l’ absolu, entre ellos, atomizan en un par de escenas unas pocas horas. En ambas distancias, Meabe se mueve muy bien y compone historias realistas, sencillas, pero profundas, elocuentes.  Todo por supuesto, esto ya no es sorpresa, envuelto en una prosa de calidad excepcional.

Hezurren erretura combina pues la melancolía de un tiempo pasado con el nerviosismo del presente; la devastación de la derrota con la promesa del día de mañana, y nos deja un conjunto de relatos, o quizá solo uno largo, que nos hará reflexionar sobre cómo el tiempo pasa también por todos nosotros, para hacer inventario, quizás, de lo que ha quemado ya.

Txani Rodríguez

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