Uriarte o la vida anodina contada de forma extraordinaria

Con este epílogo de tan solo 55 páginas, el ex crítico literario –por hablar del único trabajo que ha realizado en su vida- Iñaki Uriarte (Nueva York, 1946) pone punto final a la publicación en la editorial Pepitas de Calabaza de sus diarios. Estos han aparecido en tres volúmenes. En uno recogía los textos escritos y seleccionados entre 1999 y 2003, en otro los escritos entre 2004 y 2007 y en el epílogo final los escritos entre 2008 y 2010. La editorial ha tenido el buen gusto de publicar, a la vez que este pequeño texto, un volumen en el que se han reunido los tres volúmenes.

Iñaki Uriarte se suele presentar a sí mismo como un vasco nacido en Estados Unidos, que dice ser de Donostia y vive en Bilbao. En la selección de los textos escritos en sus diarios encontramos anécdotas vitales, historias sobre sus amigos y enemigos, relatos de viajes, pequeños apuntes sobre la situación política vasca, digresiones filosóficas, reseñas literarias y múltiples reflexiones sobre el arte del buen vivir, como ésta: “Trabajar es como estar enfermo. En cuanto se te pasa, te pones contento”. Uriarte sigue afirmando no ser un escritor y asegura que tan sólo ha publicado estos textos porque agradaban a los que los leían. Y también recalca que este es el punto y final a su carrera literaria, porque nunca ha pretendido ser escritor. Es una mala noticia para todos aquellos que hemos disfrutado con su forma de escribir, con su forma de afrontar la vida, con sus reflexiones sobre el entorno. Una forma de escribir que ha cautivado a propios y extraños fuera de Euskadi. Vila-Matas aseguraba que estábamos ante un escritor único. Frédéric Beigbeder, tras la publicación de una selección de estos escritos en Francia, decía haber quedado rendido ante su forma de escribir y de ver la vida, “tan de Montesquieu”, autor al que venera Uriarte.

En esta última entrega de sus diarios el autor asegura que “nadie se ríe de uno mismo en serio” y que “las leyes de la evolución nos determinaron para vivir más preocupados que despreocupados”. También confiesa que “como últimamente estamos viendo a poca gente, hablamos menos en casa” y que se siente abrumado a veces por la gente: “Tras cinco horas de parloteo en una reunión de unas diez personas, vuelvo a casa. Me tumbo en el sofá y abro un libro. Qué descanso, qué orden, qué puntos, qué comas, qué comillas”. Incluso tiene tiempo para agradecer algunas críticas a su trabajo: “Mi agradecimiento para esta reseñista que recomienda mis libros e informa con exactitud a sus lectores de la condición social del autor: un señor que no se dedica a escribir y que escribe lo que le da la gana”. También se nos informa de la muerte de su gato Borges (le habíamos cogido tanto cariño), mientras se despide de sus lectores sin mencionarnos, con un “los echaremos de menos”, como se despidió de Uriarte y su pareja un maitre del hotel en el que se alojaron en Luxor, durante un viaje a Egipto. Nos da la impresión de que el escritor “que no quiere escribir” nos ha tomado un cierto cariño porque ante el comentario del maitre contesta que él también les echará de menos: nos echará de menos, tal vez.

Da pena pensar que nunca más volveremos a leer nuevos textos de Iñaki Uriarte, un extraordinario y efímero escritor, con letras mayúsculas.

Enrique Martín

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