El tocho. La dulce Anna de Dezsö Kosztolányi

No amo a la humanidad porque ni la he visto ni la conozco. La humanidad es un concepto abstracto. Fíjese usted en que todos los impostores aman a la humanidad. Los egoístas, los que no le dan ni un trozo de pan a su hermano, los maliciosos suelen tener como ideal a la humanidad. Ensucian su altar familiar, echan a la calle a sus mujeres, no se preocupan ni por sus padres ni por sus hijos, pero aman a la humanidad. Es lo más cómodo que existe. Al fin y al cabo, no obliga a nada. Jamás se ha presentado nadie ante mí llamado “humanidad”. La humanidad no pide pan, ni ropa, sino que permanece a una distancia prudencial, en un segundo plano, con una aureola sobre la augusta cabeza. Sólo existen Peter y Pal. Sólo existen los seres humanos. La humanidad no es nada.

Este es un fragmento de Anna la dulce de Dezsö Kozstolányi. Recordamos hoy a uno de los creadores más influyentes de la literatura húngara de inicios del siglo XX, autor admirado por Sandor Marai y las generaciones más recientes de escritores magiares.

A lo largo de los cincuenta años de su corta vida, Kozstolányi cultivó, casi con el mismo éxito, la poesía, la narrativa, el ensayo, el periodismo y la traducción. Pero son solo sus breves y sobrias novelas las que se han vertido al castellano en la primera década de nuestro siglo por Ediciones B, donde se pueden encontrar tres de las cuatro que escribió: Alondra, La cometa dorada y esta que hoy recordamos, Anna la dulce, su última novela, y la más importante, publicada en 1926.

El autor la sitúa temporalmente algunos años atrás, en 1919, en el Budapest posterior a la guerra y a la efímera república comunista liderada por Bela Kun. Los Vizy, un matrimonio burgués, integrado por un alto funcionario y su neurótica esposa, toman como criada a Anna, una jovencísima campesina, ingenua e incansable, que se convierte en la sirvienta ideal. A pesar de la frialdad de sus patronos  y del extenuante trabajo diario, Anna parece inalterable. Solo cuando Janczi, el sobrino tarambana de los Vizy, la seduce y deja embarazada, empieza a sentirse abatida. Pero nada hace presagiar la reacción de la dulce Anna, su terrible venganza.

Este es el esquema argumental de una novela escrita con una prosa sucinta, extremadamente concisa, en la que Kozstolányi reduce el lenguaje a su esencia. Junto a la historia de una criada y su inesperada respuesta a la opresión, su maestría en el empleo de la economía narrativa le permite también al autor ofrecernos, en poco más de doscientas páginas, todo el panorama de una época de transición. Un irónico y amargo fresco social en el que casi nadie sale bien parado, ni los que dominaban durante la fugaz república soviética de Hungría y vuelven ahora a mostrarse serviles, como el portero Ficsor, ni los burgueses que han recuperado sus privilegios mostrando una total ausencia de piedad, caso de los Vizy. Solo un personaje, el doctor Movizster, enfermo y patético, se erige como la excepción, la conciencia moral capaz de sentir compasión por la suerte de Anna. Y de evidenciar, en párrafos como el que encabeza esta reseña, la falsedad de creencias comunes a ambos bandos.

Todo un descubrimiento. Un clásico de las letras húngaras que les sorprenderá y conmoverá. Anna la dulce de Dezsö Kozstolányi, en Ediciones B.

Javier Aspiazu

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