La vida de una tienda, el Pitxintxu de Uxue Alberdi

Marijose e Izaskun, dos hermanas de Elgoibar, una costurera y la otra bordadora, deciden dejar de trabajar en casa de los padres y abrir una tienda en la calle San Francisco de su pueblo natal. La tienda se llamaba Pitxintxu; se llama, porque aún sigue abierta.  Al principio, bordaban iniciales en las sábanas, o bordaban txapelas o hacían ropa a medida; cuando el carnaval comenzó a celebrarse en Elgoibar, se dedicaron también a confeccionar disfraces y, esto es curioso, desde el comienzo se dedicaron también a vender libros y discos, una pequeña parte del negocio que fue tomando más y más protagonismo, hasta el punto de que en la tienda-librería llegó a haber una biblioteca.

Pero volvamos al final de la década de los setenta: en la tienda trabajaban sin parar,  les costó mucho salir adelante y comenzar a ganar algo de dinero; sin embargo, la energía “ambiental”, la efervescencia política, las ganas de hacer cosas se respiraban en aquel local al que acudían amigos de las hermanas, militantes de la izquierda. Con el tiempo, el negocio se afianza y se hace más viable. Hoy, la tienda vende libros, material escolar, complementos y objetos de decoración; pero Dendaostekoak guarda el recuerdo de las horas y horas que las hermanas pasaron frente a la bordadora o la máquina de coser. Todo, cómo se organizaban, de qué manera trabajaban, cómo, por ejemplo, montan el escaparate, está contado con gran detalle, perfectamente recreado. No en vano Uxue Alberdi  se ha entrevistado con las propietarias de Pitxintxu durante muchas horas.

Dendaostekoak tiene por tanto un objetivo muy claro: la crónica literaria de esa tienda. Así de sencillo, pero es que las historias sencillas, que no se pierden en grandes discursos conceptuales, son a menudo las que más cuentan. Desde la calle San Francisco se ven, de alguna manera, las manifestaciones, las cargas de la policía, la llegada de la droga al pueblo, la emigración, el auge (y el deterioro) de la industria, los virajes de ETA, la presión que podía darse para cerrar o no la tienda un día de huelga, las protestas a favor del aborto, los debates feministas, se ve también la irrupción de las nuevas tecnologías, los cambios que, por ejemplo, el consumo de cultura ha experimentado: del disco al cedé, ahora al Spotify ya; de la revista política a la novela de autoayuda.

Esta crónica que, como decimos, es la crónica de las últimas décadas de nuestra sociedad, se abre así mismo a la parte privada de las vidas de las dos protagonistas que son también las narradoras: sabemos de sus noviazgos, de sus matrimonios, de sus maternidades, de cómo se las apañaban para trabajar y cuidar de sus hijos, de la afición por la montaña, de los bares que visitaban, de sus escapadas a los mercados de Madrid o Barcelona, de sus preferencias literarias. Y en este plano, toman cierto protagonismo algunos clientes, algunas mujeres que han trabajado en la tienda, la abuela Genara y, quizá de manera más notable, la madre de las protagonistas: una mujer excesiva para algunas cosas, muy sincera, presumida: todo un personaje.

La calle San Francisco, lo vemos en un apéndice al final, ha visto cómo han ido cerrando tiendas y bares, también han abierto otros, pero, desde luego, ha cambiado muchísimo desde los tiempos de la apertura de Pitxintxu. Sin embargo, Dendaostekoak, no se empantana en la melancolía. El tono del libro es otro, y tenemos la impresión de que Marijose e Izaskun han sido bastante honestas a la hora de contarle sus cosas a Alberdi, que no se han cortado, vaya. El resultado merece la pena: Dendaostekoak es un libro estupendo.

Txani Rodríguez

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