Los raros. La Lorena franco-alemana de Erckmann-Chatrian

Mi tío Zacharias es el ser más curioso que he visto en mi vida. Imaginaos a un hombrecillo bajo, coloradote, gordinflón, tripudo como un odre y de nariz respingona: ese es el retrato de mi tío Zacharias. El buen hombre era calvo como una bola de billar. Solía llevar unos gruesos lentes redondos y un gorrito de seda negra que apenas le tapaba la coronilla y parte de la nuca.

A mi querido tío le encantaba reírse; también le encantaban el pavo relleno, el paté de hígado y el viejo -vino- johannisberg, pero lo que más le gustaba en el mundo era la música. Zacharias Müller había nacido músico por la gracia de Dios, como otros nacen rusos o franceses. Tocaba todos los instrumentos con una facilidad pasmosa. No se entendía viéndolo tan cándido y bonachón, que tanta alegría, brío y entusiasmo pudiera animar a un personaje como aquel.

Así hizo Dios al ruiseñor, glotón, curioso y cantarín: mi tío era ruiseñor.

Así comienza El réquiem del cuervo, uno de los ocho relatos que integran los Cuentos de las orillas del Rin, de Erckmann-Chatrian. Recordamos a una pareja de autores de la Lorena francesa, de enorme éxito en la segunda mitad del siglo XIX. Sus apellidos asociados han pasado a la historia de la literatura. Pero según cuentan las crónicas, era Emile Erckmann quien escribía realmente mientras Alexandre Chatrian ejercía de corrector y agente literario. A lo largo de su colaboración, que duró cuarenta años, publicaron una obra prolífica y variada. Algunos títulos son hoy clásicos, como El amigo Fritz, la más célebre de sus novelas cortas, un delicioso canto al amor y a la tolerancia entre credos y religiones. O sus celebrados Cuentos fantásticos, algunos de ellos alabados por Lovecraft, y de los que aparecieron varios volúmenes.

Estos que hoy les recomendamos, Cuentos de las orillas del Rin se publicaron en 1862, y también dos de ellos entran en el terreno de lo sobrenatural o directamente fantástico: Lo blanco y lo negro y Hans el cabalista. En el resto hay también algún misterio que altera la vida plácida de los pequeños pueblos y ciudades que baña el río Rin, desde el sur de Alemania hasta Holanda. Las descripciones son pintorescas, mostrando a menudo una concepción lúdica de la vida, y personajes que se caracterizan por la glotonería, el sentido del humor y una gran afición a la bebida y a fumar en pipa. Así se puede apreciar en los titulados El canto del vino y La pesca milagrosa. Como excepción La ladrona de niños, tiene un aire decididamente siniestro, y el más destacado del conjunto, El réquiem del cuervo, combina todos estos elementos, las descripciones vívidas y amenas y el planteamiento casi humorístico, con una deriva siniestra que da lugar a un irónico final.

Es curioso comprobar cómo proceder de la Lorena, región siempre disputada entre Francia y Alemania, hizo de Erckmann y Chatrian escritores fronterizos, de expresión francesa, pero ambientación casi siempre alemana. Su recreación de la naturaleza y de la vida en estas pequeñas comunidades germanas, con sus burgomaestres, artesanos, músicos, taberneros, animales domésticos, etc., está llena de encanto, y como dice Javier Marías en la nota previa “aún procuran diversión -y lo que es más sorprendente- una especie de consuelo”.

La preciosa edición de Reino de la Redonda, que sería perfecta de incluir alguna nota aclaratoria, les ofrece una traducción impecable de estos Cuentos de las orillas del Rin de Erckmann-Chatrian.

Javier Aspiazu

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