Carole Fives, de risas y angustia vital

En el magnífico prólogo de esta novela que protagoniza una madre peculiar, la escritora vasca Eider Rodríguez afirma que nunca se “había reído tanto con un libro” como con éste. Acto seguido recuerda, sin embargo, que las madres han tenido mala prensa en la literatura, o eran representadas como el “ángel del hogar”, sin ninguna personalidad aparte de la de ser “madres angelicales, abnegadas y sufridoras”, además de esposas fieles y amorosas, añadiría yo, o eran, en un constructo más reciente, una especie de “mum fatale”, “frías, castradoras, cuando no asesinas”. Para concluir que “si los personajes femeninos en general han sido los grandes silenciados de la literatura, los personajes de la madres lo han sido de manera bochornosa”. La escritora francesa Carole Fives en esta novela de gran éxito en su país, que fue publicada originalmente en 2017, le da una vuelta al tópico para crear un personaje que nos hace reír hasta la lágrima, llorar hasta arrancarnos la sonrisa y emocionarnos con las penurias y pequeños éxitos de su protagonista.

La madre de esta novela se llama Charlène, tiene 63 años y se pasa el día hablando por teléfono con su hija, que vive lejos y de la que desconocemos su nombre. Hablando o intentando hablar, porque en el relato abundan los monólogos grabados en el contestador automático de esa hija, que es escritora y que al parecer, según la madre, no tiene mucha suerte con los hombres. En realidad solo escuchamos la voz de Charlène porque nadie más habla en esta novela. La historia por tanto se cuenta a través de un monólogo interior, y exterior, que grita, susurra, se lamenta, se congratula, enloquece, se entristece, se encabrona, se enternece, enamora, se enamora y siempre está al filo del desastre, porque Charlène –lo sabremos pronto- tiene problemas, tiene trastorno bipolar y a veces requiere de atención psiquiátrica.

En la novela Charlène regaña a su hija, despotrica de su divorciado marido, busca novietes a través de las redes sociales, comenta teleseries tontas, lucha contra el cáncer (“no puedo irme de aquí habiendo tenido una vida tan cutre”, se dice), desarrolla su corta “carrera” de pintora, combate a la depresión, se pelea con sus nietos (los hijos de su hijo) de corta, cortísima edad, escribe una novela inacabada sobre su vida, se enamora en un viaje de placer a Túnez, se desenamora al momento siguiente –o la abandonan, muchas veces-, y se horroriza ante el nuevo amor de su hija y todo lo que vendrá después.

Aunque no hablan, en el libro tienen una gran presencia los dos hijos sufrientes de Marlène, su amiga Collette (tantas veces traicionada), su inquieta nieta Valentine (es casi un bebé), su amigo el manitas Nini, Corinne su vecina coreana en la habitación del hospital, Robin su amor del psiquiátrico, su psiquiatra Désirée que es la única que la comprende hasta que deja de comprenderla, su “quisquillosa” nuera y Claude, el amante que se echó en el famoso viaje a Túnez.

Esta es una novela con una estructura perfecta, en la que su autora consigue que a través de la voz repleta de prejuicios de su protagonista atisbemos cómo son en realidad las personas que la rodean y cómo es en realidad la propia Marlène, una mujer imperfecta, muchas veces egoísta, pero que esconde, ante la pavorosa soledad que la rodea, una necesidad patológica de querer y ser querida. Vamos, como todos. Estamos por tanto ante una novela que reparte a partes iguales carcajadas, angustias y emociones. Un cóctel literario de primera categoría.

Enrique Martín

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