El tocho. El botín de Julián Zugazagoitia

Era diciembre. Un día frío, tristón. Los días de diciembre, como se sabe, son cortos; pero lo que pierde el día lo gana la noche. Cuando el teléfono empezó a repartir la noticia, ya era de noche. Joaquín Oñate había muerto. Esta clase de noticias provocan un comentario banal o una reflexión dolorosa; depende, naturalmente, del efecto. Yo era uno de los buenos amigos de Oñate, y su muerte me impresionó. Y, sin embargo, había más de un motivo para esperarla. Joaquín Oñate había dispuesto con demasiada generosidad de su riqueza vital. Su demasiada pasión le impidió encontrar ese punto de equilibrio -un día de sensualidad y otro de ceniza, uno de pelea y otro de sosiego- que conviene a las derrotas largas. Repasar su vida era comprobar cómo no puede llevarse más lejos la lucha contra un destino hosco y pertinaz. Era natural que Joaquín sucumbiera pronto. En sus noches de efusión solía decir:

-Tengo un corazón irrazonable-

Así comienza El botín del político y escritor bilbaíno Julián Zugazagoitia, uno de los personajes destacados del movimiento socialista, que realizó una prominente labor periodística en diarios como El liberal, La lucha de clases o El socialista, periódico éste que llegó a dirigir. Antes de asumir la cartera ministerial de Gobernación en mayo de 1937, bajo el gobierno de Juan Negrín, Zugazagoitia había ya dejado conclusas varias novelas en las que recreaba la evolución de Bilbao, con su riqueza súbita y su activo movimiento obrero.

Es el caso de El botín, la primera novela de Zuga, como le llamaban los amigos, que se publicó en 1919. En ella nos cuenta la iniciación política y sexual de su alter ego Antonio Zúñiga, joven obrero, vástago de una familia religiosa y carlista, que tiene que enfrentarse a sus prejuicios para avanzar en el ideario socialista. La novela se sitúa temporalmente en el Bilbao de 1917, momento en que la primera guerra mundial permitió a múltiples negociantes bilbaínos hacer súbitas fortunas, y popularizar en sus salidas al extranjero el “agua de Bilbao”.

Los barrios populares hervían, por entonces, de animación; el autor nos pasea, en la iniciación sexual de su personaje, por los distintos tipos de mancebías, o prostíbulos, que podían encontrarse en la villa, de las más populares a las más selectas, y nos recuerda como la riqueza atrajo a miles de prostitutas francesas que competían con las autóctonas por el favor de la clientela.

Pero al mismo tiempo que esta efervescencia, las masas trabajadoras viven el mayor descontento ante la mengua comparativa de sus salarios. Tras aprovisionarse de armas en Eibar, se lanzan a la huelga general en agosto. Antonio es detenido formando parte de un piquete. Oye hablar de la represión, que causa doce muertos en Bilbao, encarcelado ya en Larrínaga. Allí también le llegan ecos de la evasión de Fernando Tuero, nombre con el que apenas se encubre la figura de Indalecio Prieto.

La accidentada fuga nocturna del dirigente a través de Archanda constituye el clímax de una novela escrita con un estilo sobrio, de frases cortas y contundentes. Con un léxico rico, algo arcaizante y un ritmo periodístico, El botín se convierte en un valioso testimonio del ambiente previo, el desarrollo y las consecuencias de la huelga general revolucionaria de 1917, en Bilbao.

Encontrarán El botín de Julián Zugazagoitia en la editorial Viamonte.

Javier Aspiazu

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