Los viajes físicos y metafóricos de Franco Chiaravalloti

Insular es el nuevo libro del escritor argentino Franco Chiaravalloti, que, desde 2005, reside en Barcelona, donde estudió Literatura Comparada. Hace más de una década que imparte clases de escritura en el Ateneu barcelonés. Anteriormente, había publicado los libros de relatos Como un cuentagotas que se presiona suave, muy suavemente y Esos de ahí fuera. Bien, hechas ya las presentaciones, se impone ahora hablar de Insular, una colección de relatos en los que las localizaciones cobran protagonismo. De Japón a Irán, de Guinea Ecuatorial a Tuvalu, de Buenos Aires a una remota isla llamada Tristán, a 3.000 kilómetros de suelo firme y sin aeropuerto. Esos son algunos de los escenarios por los que deambulan los personajes de Insular, visitantes en otras tierras, trabajadores eventuales más que turistas, a veces residentes, bastante solitarios, desamparados, en su mayoría, aunque algunos establezcan inesperadas relaciones.

En el primer relato nos encontramos con una joven que estudia japonés en Tokio y que recibirá allí una mala noticia. El segundo cuento nos describe un reencuentro amoroso en la ciudad iraní de Mahnaz; en Mundo seguimos a una madre y su hija huir de la guerra… Uno de mis relatos preferidos es King Tide. Nos cuenta la historia de una periodista que llega a Tuvalu una de las cuatro islas que forman la Polinesia con la intención de escribir un reportaje. Es un lugar idílico, pero es también el lugar del mundo más amenazado por el cambio climático, tanto es así que dicen que en cincuenta años desaparecerá. Los habitantes de Tuvalu están a la espera de una gran marea y Bruna, la protagonista, entabla amistad con una mujer polinesia. En este cuento, Chiaravallloti lanza algunas ideas sobre la narrativa que ha trabajado en este volumen: las investigaciones previas a un viaje pierden valor cuando se llega a destino.  Stella Polaris, el décimo y último relato, es también estupendo. El protagonista es un profesor que llega a la remota Tristán, y que cuando está a punto de abandonar la isla, agobiado, se entregará a una pasión.

El autor le ha dado a cada historia el color del lugar, el tono, la atmósfera necesaria, y esa variedad es uno de los potenciales del libro. Montaigne pensaba que viajar era una forma de escapar, de huir, y eso es lo que hacen muchos personajes de Insular, aunque, finalmente, las cosas no les salgan como cabía esperar o a pesar de que salgan exactamente como cabía esperar por no asumir riesgo alguno.

Insular juega además con la idea de que escribir también es explorar: “Hallar una idea inédita, descubrir una nueva estrella en el cielo, dar con la metáfora perfecta”.

Txani Rodríguez

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